Los límites se refieren a la cantidad de información que nosotros permitimos
que se incorpore a nuestro círculo familiar. Una familia tiene límites difusos cuando permite que todos
los miembros de su familia extensa opinen acerca de temas tales como: la
educación de sus hijos, la religión, modales, deportes, etc. O, por el
contrario, puede tener límites rígidos
cuando no permite nada de información, es decir, la familia se aísla en sí
misma. Ambos casos están considerados como disfuncionales, es decir no
favorecen la salud emocional de los miembros de la familia.
En el primer caso, se suscita mucho sufrimiento porque los padres pueden
llegar a creer que no están cumpliendo adecuadamente su función; los hijos
también sufren porque se consideraran que no cumplen con los estándares de calidad de los abuelos o
tíos, lo cual afecta, invariablemente su autoestima. También pueden ocasionarse
conflictos entre la pareja (padre y madre), especialmente si uno de ellos trata
de defender su posición o hacer respetar sus opiniones, en cuyo caso, podrá ser
considerado como malo; afectándose
nuevamente las relaciones familiares.
En el segundo caso, -el de los límites rígidos-, generalmente encontramos
familias que no aceptan ningún comentario de los demás, se aíslan y, por ende,
pierden las redes de apoyo familiares, las cuales, son importantes para
cualquier ser humano. No nacimos ni vividos aislados, de aquí que sea importante comprender que en
cualquier momento podemos necesitar aunque sea de una palabra de apoyo proveniente
de algún familiar, y ¿porque no?
Nosotros brindarla también en alguna circunstancia. Por eso es
importante que nuestros límites, hacia los demás miembros de nuestra familia
extensa se establezcan con respeto, es decir, aceptar opiniones pero no
imposiciones, y lo mismo de nuestra parte hacia los demás: respetar sus
decisiones, sin criticar y sin minimizarlos, compartir logros, sin envidias y
fomentar las redes de apoyo entre todos los miembros.
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