Con la llegada del primer
hijo, se presentan nuevos retos para la pareja o para el adulto que no tiene
una pareja (en la mayoría de los casos, es la mujer).
En el caso de ser una pareja,
la relación se convierte ahora en un triángulo, es decir, ahora son tres los
que tienen que convivir y en ocasiones podrá salir excluido uno de los miembros.
Quién se podrá sentir excluido es uno de los padres, dando origen a celos que, en un momento dado, podrán
ser la causa de los primeros problemas ante la llegada del nuevo integrante.
Los nuevos padres requieren
de reordenar su vida, sus reglas y sus actividades y tal vez se podrán dar cuenta
que, los acuerdos a los que habían llegado anteriormente no eran lo
suficientemente sólidos como para seguir adelante. El peligro es que la pareja
comience a arreglar sus diferencias a través del hijo y éste se convierta en el
centro del triángulo. Lo cual, podría ser causa de síntomas en éste último si
la relación continúa así.
Para las madres que trabajan es difícil ésta etapa en el sentido de que, algunas tendrán que escoger entre continuar con su actividad laboral o dedicarse completamente a la crianza del hijo. En una sociedad donde la actividad de ama de casa no es reconocida, ésta labor, podrá afectar su autoestima.
Finalmente, la madre pondrá en una balanza
sus prioridades evaluando, a su vez, sus recursos personales y externos. Tal vez, la pareja cuente con recursos
adicionales, como la familia extensa, lo que podría ayudar, pero a veces, si no
existen los adecuados límites y las reglas debidamente establecidas, éstos
recursos (abuelos, tíos) pueden ser también una fuente de estrés.
En el caso de la madre
soltera, tal vez no tenga la oportunidad de
escoger y será entonces la formadora de una familia monoparental, la cual presenta sus propios retos pero también oportunidades. En situaciones como ésta, la participación de los abuelos cobra importancia, con el rol de agentes activos de la educación del nieto.
escoger y será entonces la formadora de una familia monoparental, la cual presenta sus propios retos pero también oportunidades. En situaciones como ésta, la participación de los abuelos cobra importancia, con el rol de agentes activos de la educación del nieto.
De igual manera, es importante que la madre defina los alcances de
participación de los abuelos para evitar conflictos entre las generaciones.
De una cosa podemos estar
seguros: con límites adecuados, comunicación y reglas explícitas, la educación
del hijo (s) se realizará sin conflictos y sin síntomas.
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