La familia con hijos adolescentes presenta a su vez nuevos
retos.
Generalmente coincide con la etapa de mayor productividad de
los padres, es decir, su crecimiento profesional.
Existen culturas donde el inicio de la adolescencia marca
también el inicio de la independencia de los hijos, siendo éstos a su vez
promotores de ésta necesidad de desapego.
Sin embargo, es una etapa en la cual los chicos requieren
de supervisión y de modelos de identificación positivos y, si las figuras
paterna, materna o el tutor, no fingen como tales, precisamente por la
dedicación a su crecimiento profesional, entonces, el mayor riesgo es
que, ése chico(a) adolescente obtenga dicha identificación de otras figuras, en
éste caso no parentales.
La buena noticia sería que pudiera identificarse con
algún personaje sano y positivo, como algún deportista, la mala noticia sería
que escogiera modelos negativos que lo inciten al alcohol o a las drogas.
Aquí sería importante resaltar que, cuando un chico
escoge una figura negativa también hay responsabilidad en la familia. Hay veces
que los padres dirán “son los amigos los que le dan un mal ejemplo” sin embargo,
podríamos preguntarnos ¿porqué el chico adolescente escogió precisamente esos
ejemplos negativos?
Es difícil aceptarlo, pero esa elección es un síntoma de que algo
pasa en la familia. Tal vez sería el momento de que los padres dieran un
respiro a su vida profesional y personal y se pregunten “qué necesitamos
mejorar”.
Otro de los peligros de ésta etapa es que los padres impidan
el alejamiento o desapego de los hijos, retardando así su independencia.
Sin embargo, es importante mencionar que lo ideal es, como
padres, orientar la educación hacia la interdependencia, es decir, fomentar su independencia pero con valores
internos y apego a ciertas costumbres familiares, mismos que, finalmente,
forman parte de la célula de nuestra sociedad: la familia.
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