El autoconocimiento es una de las
habilidades que componen la inteligencia emocional, y a su vez es una de las
competencias personales que contribuyen al desarrollo humano.
Conocerse a uno mismo ha sido uno
de los consejos que la mayoría de los exponentes de la Psicología nos han
brindado. Incluso desde la antigüedad, los oráculos recomendaban conocerse a sí
mismo como un pilar fundamental para alcanzar la sabiduría. Y es que el proceso
de conocerse a uno mismo, es en sí mismo eso, un proceso, en el cual la persona
se abre a reconocer sus fortalezas así como sus debilidades, siendo éstas
últimas las más difíciles de aceptar.
En términos generales, una
persona se abre al autoconocimiento cuando observa que sus recursos personales
no son suficientes para enfrentar y salir avante en las situaciones cotidianas
o en los retos que la vida misma demanda. Es decir, cuando repite la misma
situación o el mismo error una y otra vez y se pregunta ¿qué estoy haciendo
mal?; o cuando experimenta emociones fuertes que lo rebasan, y que le
dificultan el logro de sus objetivos de vida, o simplemente no le permiten
disfrutar y experimentar paz y/o felicidad.
Pero no solamente en los casos
antes mencionados una persona puede buscar conocerse a sí misma; los
adolescentes lo hacen cuando buscan un estudio de orientación vocacional,
buscan saber quiénes son, y en cuál carrera pueden desempeñarse para garantizar
el éxito en su vida.
También las personas que buscan
crecer profesionalmente, como son los líderes de organizaciones, emprendedores,
profesionales de mercadotecnia y ventas, los coaches, psicólogos, profesionales
de la salud, docentes, etcétera, es decir, toda aquélla persona cuyos
resultados y éxito dependen del trato con otras personas, necesitan
imperiosamente conocerse a sí mismos y a partir de ahí, conocer a los demás,
optimizando así, su habilidad de influencia.
Una de las metodologías más
significativas en la última década, es el denominado Eneagrama. El cual nos
brinda la tipología de la personalidad en 9 tipos o eneatipos, utilizando el
lenguaje de la técnica. Cada eneatipo
tiene a su vez comportamientos evolucionados que proveen de estrategias funcionales
a las personas. De igual manera, cada eneatipo contempla conductas no
evolucionadas o poco sanas, las cuales al identificarlas, la persona, se puede
dar cuenta en dónde están sus errores de comportamiento o conductas
disfuncionales.
Una vez que la persona puede
reconocer y direccionar positivamente sus eneatipos, es capaz de mejorar su
conocimiento de los demás, lo cual le abre infinitas posibilidades de
interrelación, ya que será capaz de acoplar su comunicación e implementar
estrategias de negociación efectivas que le ayudarán a su logro de resultados
personales y laborales.
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